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El vector fascista en la conspiración contra la República (11/20): Sobre una nueva pista en archivos desconocidos

El vector fascista en la conspiración contra la República (11/20): Sobre una nueva pista en archivos desconocidos

Madrid - 15/08/2023
Publicada: 15/08/2023

Trabajo de Angel Viñas

Si no me precipité investigando el trasfondo de los contratos de 1º de julio es porque llevaba tiempo sobre otra pista. Tenía algo que ver con los antecedentes de la sublevación, pero solo indirectamente con Italia. Me había obsesionado con el vuelo del Dragon Rapide que había llevado a Franco de Las Palmas a Tetuán. Su gestor había sido uno de los periodistas de ABC (periódico nada inocente en la conspiración) que estaba destinado en Londres. Se llamaba Luis A. Bolín y, cumplida su misión inicial, había ido a Roma en busca de aviones. Servidor tenía dos razones poderosas para comportarme como lo hice.
Los archivos británicos habían desclasificado años antes las interceptaciones hechas por sus servicios de inteligencia de las comunicaciones radio de sus amigos y potenciales adversarios. En el caso de Italia fueron masivas. Había utilizado muchas en la ya terminada trilogía sobre la República en guerra y había tornado mi mirada a los antecedentes. La segunda razón era porque, por encargo del ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, había dirigido un equipo para analizar la carrera diplomática republicana durante la guerra civil. Se publicó en 2010.
Dada la negativa de una especialista a participar en el equipo había debido hacerme cargo del hueco más sensible de que hasta entonces adolecía la historiografía sobre el funcionamiento del Ministerio de Estado. Se conocía lo que había escrito el ministro Julio Álvarez del Vayo y algún que otro protagonista, en particular Pablo de Azcárate, embajador en territorio comanche, es decir, en Whitehall. En mi opinión, lo que se sabía era totalmente insuficiente.
Así fue que el vuelo del Dragon Rapide y su correlato oculto, el asesinato del general Amado Balmes por orden de Franco el 16 de julio, me llevaron varios años y dos versiones sucesivas, aparecidas en 2011/12 y 2017 (la última con la colaboración del Dr. Miguel Ull y de mi primo hermano, piloto, Cecilio Yusta Viñas, ambos posteriormente fallecidos a causa de la pandemia). Comprendí mucho mejor las actividades, motivaciones y gestiones más o menos ocultas de Franco y que tenían poco que ver con lo que habían babeado innumerables aduladores y sicofantes de varias tradiciones historiográficas (españolas, francesas, británicas, alemanas, italianas y norteamericanas).  Algunos continúan en el tajo.
 
 
En 2016 volví a Juan March. Franco hubiera debido levantarle un monumento por su ayuda en la guerra civil. La democracia española quizá hubiera debido erigirle otro por haber contribuido de manera esencial al supuesto gran logro del “genial” Caudillo: mantener a España fuera del conflicto europeo merced a una compleja operación de sobornos a grandes generales quienes, cargados de medallas y honores de las anteriores batallas, no eran idiotas. Entre los sobornados, figuraba incluso el propio hermanito, Nicolás Franco, con varios ministros y exministros. Entre ellos uno de los máximos conspiradores del 18 de julio: el entonces teniente coronel Valentín Galarza.
Doy estos detalles para explicar una forma de cómo a veces cabe proceder en la investigación histórica. En 2017, tras un accidente casero que por poco me cuesta la vida, me conciencié de que el tiempo no trabajaba a mi favor y me dediqué a explorar todos los archivos españoles que pude (incluso viajé a Pontevedra a ver el de Calvo Sotelo: una “plancha” total). Solo después me decidí a ir a Roma. Con todo tipo de precauciones, eso sí: conectado permanentemente con la embajada, albergado en la superespartana residencia del CSIC, provisto de todo tipo de informes médicos y siempre con el móvil abierto, mañana, tarde y noche.
Como anteriormente en Moscú, me había preparado lo mejor posible. Me había hecho muy amigo, años antes, de un investigador danés, Morten Heiberg, que había publicado en 2003 en CRITICA Emperadores del Mediterráneoun estudio profundo de la relación bilateral entre los dos dictadores; un colega de Bruselas, Sigfrido Ramírez Pérez, doctor en Historia por el Instituto Europeo de Florencia y buen conocedor de los archivos romanos, me explicó con detalle sus peculiaridades; la embajada me había allanado la entrada en los archivos de La Farnesina (Ministerio de Asuntos Exteriores) y en los del Ejército de Tierra y del Aire.
Extraña que tantos y tantísimos fulgurantes historiadores especializados en las derechas españolas no hayan sentido la menor curiosidad por salirse de los senderos trillados, simplemente porque hay muchas más cosas que podrían decirse
Lo mismo podría haber hecho cualquier otro investigador español, civil o militar, jubilado o en activo. No imagino, por ejemplo, que la Agregaduría Militar fuese a negar su ayuda a ningún soldado, suboficial, oficial, jefe u oficial general que quisiera ir a Roma a investigar en los archivos. No lo ha hecho, por ejemplo, el general Dávila Álvarez, que nos asombra con el número de ejemplares vendidos de su nada imperecedero libro. O que la Agregaduría Cultural no apoyase una solicitud de presentación por parte de cualquier académico, doctor o no, que deseara ampliar conocimientos en la Ciudad Eterna o que, como hubiese quizá preferido contrastar, el profesor Gil Pecharromán.
 
Ambos, por lo demás, escamotean hasta límites inverosímiles lo que de la mera lectura de la –todo un éxito editorial– obra de Morten Heiberg (que dio hace ya muchos años numerosos detalles sobre los contactos de los conspiradores con los italianos en la etapa anterior a la guerra civil) sugería. ¿Qué significa esto? Simplemente que no se les puede tomar demasiado en serio.
La cuestión es por qué tal ignorancia, si no desprecio. En ausencia de documentación escrita se me ocurren varias posibilidades
a)    Los dos primeros autores mencionados pueden haber sido conscientes de que en los archivos suelen dormitar serpientes venenosas que, en cuanto se hurga en ellos, despiertan y dan bocados mortales para sus tesis previas.
b)    No sienten la menor curiosidad por dar a conocer algo que sobrepase los límites de lo políticamente aceptado.
c)    Temen lo desconocido, no sea que vayan a verse obligados a salir de los senderos trillados (este es un rasgo muy característico de “investigadores” –no citaré nombres– que escriben libros de libros).
d)    O, simplemente, por utilizar de nuevo la tesis de Erich Fromm, porque les da miedo hacer uso de su propia libertad.
Quizá, incluso, a los amables lectores puedan ocurrírseles otras.
El hecho es que una excursión por los archivos romanos es siempre instructiva. En primer lugar, están bien ordenados, a decir verdad, muy bien ordenados. En segundo lugar, es posible hacer fotografías ilimitadamente de los documentos que interese. Nada de cuotas diarias y otras zarandajas. Uno va provisto con una máquina de fotos o de una tablet y puede hartarse (trabajando en dos archivos, uno por la mañana y otro por la tarde, yo solía hacer unas ochocientas fotos por jornada). En tercer lugar, el personal es, sin exclusión alguna, muy amable. Esta no es, obviamente, una característica solo de los italianos, pero siempre sentí el hálito de su ayuda más allá del mero cumplimiento del deber. Y, por último, quizá lo más importante: en los últimos años del pasado siglo se hizo una apertura más profunda de los documentos de la era fascista.
En esto, y sin saberlo, tuve suerte. Otros historiadores españoles y extranjeros que fueron antes que servidor (Saz, González Calleja, Heiberg, Preston, Tusell), amén de expertos de otras procedencias en políticas militares y generales del fascismo no relacionadas con España, no pudieron disfrutar de las nuevas
 
posibilidades. Entre ellos no cuento a un periodista y doctor en Historia por la Universidad CEU-San Pablo que dice haber buceado en tales archivos hacia la mitad del primer decenio del presente siglo. Los contratos no le inspiraron ninguna pista, pero sí identificó a Sainz Rodríguez como “empresario”, tras señalar que conocía mi aportación de 2013. ¡Qué cosas!
Antes de pasar a comentar algunos de los descubrimientos en los diversos archivos (españoles, italianos y, no en último término, franceses) quisiera señalar un aspecto: no tuve la menor dificultad en encontrar lo que buscaba. No me devané los sesos ideando posibilidades combinatorias. Lo que quería era muy simple y desde el primer día empecé a hacer descubrimientos en los archivos de, por ejemplo, La Farnesina. No merezco ninguna medalla al celo profesional. Si acaso, la de no dejarme descorazonar fácilmente porque en la investigación histórica puede cumplirse (o no) el dicho de que quien la sigue, la consigue. Con todo, extraña que tantos y tantísimos fulgurantes historiadores especializados en las derechas españolas no hayan sentido la menor curiosidad por salirse de los senderos trilladossimplemente porque hay muchas más cosas que podrían decirse. Lo demostraré, con un amigo, en un futuro libro. 
El vector fascista en la conspiración contra la República (12/20): Surge la UME, pero no como se había escrito
Que la conspiración monárquica se trasladó rápidamente al extranjero es cosa archisabida. Con retintín, y despistes obligados, lo señaló ya Juan Antonio Ansaldo en 1951. Que los republicanos la siguieron de cerca puede desprenderse de algunos párrafos de los diarios de Azaña, fuente obvia. Que hubo más de lo que sabía lo indicó en varios artículos Miguel I. Campos. Que montaron un duradero tingladillo con los italianos lo había señalado Morten Heiberg. Nada de ello había calado profundamente entre los historiadores y periodistas de derechas, españoles y extranjeros. 
Los papeles del conde de los Andes son bastante explícitos. Tampoco fue servidor el primero en verlos. Las andanzas de Calvo Sotelo, el “genio malo” de la República, se habían alumbrado algo, aunque no del todo. Un historiador de rancias raíces católicas o, al menos, democristianas le había dedicado una biografía de muchos centenares de páginas y editado sus inmarcesibles obras completas. Por desgracia dejó de lado, sin duda una casualidad, todo lo que es interesante para la conspiración. 
Si bien desde Portugal no parece que Calvo Sotelo hiciera mucho daño al nuevo régimen (salvo por quizá reforzar a Salazar en sus prejuicios y temores
 
antirrepublicanos) las cosas cambiaron cuando se trasladó a Francia, envuelta en sus propios demonios. La Action Française fue el modelo de Acción Española. El político tudense quedó deslumbrado por las derechas del país vecino. ¡Los españoles de su rango y condición no estaban solos! Y de la Action Française a los fascistas italianos solo había que dar un salto. Calvo Sotelo lo dio con celeridad y gran provecho. Aprendió mucho de su futuro émulo. Llegó a entrevistarse con Mussolini, dispuso sus piezas de forma adecuada a las luchas políticas venideras y esperó a que el amigo Lerroux concediera una amnistía a los exiliados monárquicos. 
¡Lo que son las cosas! Salvador de Madariaga, embajador de la República en París y la persona a la que llegaban en primer lugar todos los chismorreos sobre los huidos que emitían los servicios de espionaje (es un decir) republicanos, amén de los franceses y los privados que se allegaron in situ con fondos madrileños. Todos pegados a los pasos de los conspiradores. Sus informaciones se distribuyeron a los Ministerios de Estado, Gobernación, Guerra y Presidencia. Azaña, por si las moscas, incluso modernizó y amplió los servicios de inteligencia en las Fuerzas Armadas. ¿Acaso lo ignoran algunos exgenerales de división metidos a historiadores?
Después de la Sanjurjada, en cuyo trasfondo ya asomó su patita el zorro fascista, se acentuó el seguimiento gubernamental de los exiliados. Se remitieron chismorreos sobre inquietud en ciertas guarniciones. Se estrechó la vigilancia en torno al exrey y a su círculo. Surgieron nombres y cosas interesantes. Por ejemplo, el de un general llamado Francisco Franco. O la idea de hacerse con aviones. Todo esto, al General Dávila le sonará a arameo y al profesor Gil Pecharromán quizá a latín; el distinguido administrativista profesor Nieto ni lo huele, pero cualquier hijo de vecino puede consultar la documentación relevante en un sitio tan poco alejado de Madrid como es Alcalá de Henares. 
Se remitieron chismorreos sobre inquietud en ciertas guarniciones. Se estrechó la vigilancia en torno al exrey y a su círculo. Surgieron nombres y cosas interesantes. Por ejemplo, el de un general llamado Francisco Franco. O la idea de hacerse con aviones
En todo caso, mientras estuvo en el duro exilio francés, con alguna excursión a Italia a estudiar el sistema fascista, a hablar con unos y con otros e incluso en solicitar audiencia a Mussolini (la policía republicana que le seguía de cerca informó rápidamente a las autoridades madrileñas), Calvo Sotelo se empapó de doctrina. No fue una casualidad que el acuerdo del 31 de marzo de 1934 con el Duce se hiciera antes de que Calvo Sotelo regresara, en olor de multitudes monárquicas, a España. Y mucho más interesante es señalar que fue precisamente después del acuerdo cuando a través de Sainz Rodríguez (¿por qué iba a inventárselo?) se aceleró una ampliación de su bufete para amparar a los
 
tan maltratados jefes y oficiales del Ejército español. El tingladillo no tardó en desembocar en la UME (Unión Militar Española). El origen se disimuló en todo lo posible. Todavía en la actualidad hay gente que cree en las paparruchas que se difundieron para oscurecer el origen.
Los contactos de la conspiración con Italia se hicieron por medios y viajes personales. No tenemos noticias de que la embajada en Madrid participara en estas conexiones supersecretas.  Por parte española se encargaron de ellos Goicoechea y Sainz Rodríguez. Por parte italiana un banquero asentado en Barcelona, Ernesto Carpi, de origen judío y ligado, hombre prudente, a varios servicios de inteligencia fascistas. Sainz Rodríguez lo disfrazó en sus memorias todo lo que pudo, pero lo citó. Heiberg indagó mucho más en tal sujeto y encontró huellas más que sospechosas. En enero de 1935 Goicoechea visitó de nuevo a Mussolini. Por desgracia solo una referencia indirecta a un despacho del cónsul general italiano en Barcelona se hizo eco del viaje. No he hallado la menor huella de él en los archivos romanos. Quizá otros tengan más suerte.
En realidad, lo que se había montado lo contó Sainz Rodríguez, por vía directa o indirecta, al embajador británico en Madrid, Sir Samuel Hoare en plena guerra europea. Ambos guardaron el despacho. El incombustible monárquico, para entonces radicalmente antifranquista ya que consideraba, con razón, al superglorioso Jefe del Estado, investido como dictador perpetuo por la fuerza de las armas y la Santa Madre Iglesia Apostólica y Roma, Francisco Franco Bahamonde, mero usurpador del puesto que correspondía al dinástico sucesor de Alfonso XIII, describió el funcionamiento de la UME.  No he encontrado ningún papel que lo invalide, pero ciertamente no he agotado todas las fuentes. 
Se formó un comité civil compuesto de representantes de las fuerzas políticas que se hallaban en estrecho contacto con la organización militar. Lo integraban nombres ilustres: Víctor Pradera, el conde de Rodezno, Antonio Goiecoechea, José Calvo Sotelo y Pedro Sainz Rodríguez. Es decir, carlistas de pelo en pecho y monárquicos alfonsinos. De ellos dos terminaron mal. Como enlace con la trama militar se designó al teniente coronel Valentín Galarza, un peso pesado, ligado a los servicios de información en el Ministerio de la Guerra y cuyas conexiones siguen siendo desconocidas
Junto con el entonces capitán Jorge Vigón y Sainz Rodríguez, Galarza constituyó lo que cabría calificar de “subcomité ejecutivo y de urgencias” (en el original en inglés del informe al embajador británico, que se encuentra no solo en los papeles del Foreign Office sino también en los de Sainz Rodríguez). Dicho subcomité tenía la autoridad para adoptar decisiones en ciertas ocasiones y organizar la propaganda secreta dirigida a los elementos militares, a la que ya hemos aludido en estas entregas
 
(No puedo resistir a la tentación de señalar que Galarza, siempre patriota y monárquico, fue uno de los agentes británicos que más obró para que Franco no uniera el destino de España al del Tercer Reich durante la segunda guerra mundial. Cuando en 1941 fue nombrado ministro de la Gobernación la noticia causó tal impacto en Londres que el subsecretario permanente del Foreign Office, Sir Alexander Cadogan, a cargo de la operación SOBORNOS, no pudo sino congratularse de la noticia en una de las pocas ocasiones en que mencionó directamente a España en su diario privado y que, mucho más tarde, se hizo público). Supongo que Galarza antes de escabullirse, sin demasiado éxito, en el Madrid de julio de 1936 quemó todo lo quemable de su pasada actividad en el Palacio de Buenavista. 
 Ahora bien, ¿quién asumió la responsabilidad de los convenios con José Antonio Primo de Rivera que preveían una cierta financiación para la comisión de actos contra el orden público? Ello derivó más tarde en asesinatos y diversos tipos de violencia. Fue, precisamente, Ansaldo durante algún tiempo el jefe de la denominada “Falange de la sangre”. ¿No se enteró José Antonio Primo de Rivera? Ningún historiador, que yo sepa, ha ligado este conocido papel de Ansaldo con la negociación en Roma de la máxima expresión final del apoyo fascista a los conspiradores antes del 18 de julio 
Con esta información, los amables lectores me permitirán que me ría a carcajada limpia de la condescendencia con la que el inmortal generalísimo Francisco Franco trató a la UME en su carta al coronel director jefe del SHM y en sus “Apuntes” (FNFF, 1987). Estos fueron escritos probablemente a principios de los años sesenta y que uno de sus grandes hagiógrafos, el profesor Luis Suárez Fernández, trata poco menos como si fuese EPRE pura y dura. 
Lo que la UME tardó en asimilar, si bien lo logró al final, es que los servicios de inteligencia interior del Gobierno sabían mucho de ella. En efecto, infiltraron un espía. A lo largo de 1935, por ejemplo, mantuvo al tanto de lo que hacían, y no hacían, los conspiradores militares al jefe de la Oficina de Información y Enlace con el Ministerio de la Guerra, situada en el de Gobernación, el capitán de la Guardia Civil Vicente Santiago Hodson, que la pasaba a su jefe, el ministro Manuel Portela Valladares. Algo que probablemente suene a norcoreano a algunos de los eminentes historiadores citados en estas entregas, pero también a muchos otros que no he mencionado. 
El vector fascista en la conspiración contra la República (13/20): La UME se presenta ante los italianos
 
 
En las circunstancias descritas en las entregas anteriores el mejor regalo que las izquierdas pudieron hacer a los conspiradores fue lanzarse a la revolución de Asturias. Ya sé que esta no es la valoración habitual (¿acaso no escribió el general Dávila que en ella se vio de lo que era capaz de hacer lo que él denomina “ejército rojo”?). Hoy es de nuevo habitual señalar que fue el chispazo que llevó a la guerra civil. Lo afirmó con su habitual desparpajo nada menos que el profesor Ramón Tamames en su fracasada moción de censura de marzo de 2023. En la senda, todo sea dicho, de los más vulgares tergiversadores del pasado.  Lo que Asturias mostró hasta la saciedad es que en España no existía fuerza alguna que pudiera oponerse al Ejército que movilizó el Gobierno republicano. Las derrotadas izquierdas no tardaron en extraer esta conclusión, pero en la primavera de 1936 no prestaron atención a sus consecuencias lógicas: que también así lo vería el Ejército en el que operaba la subversión soterradamente, pero conocida, de los servicios de información. Claro que el SHM jamás escribió nada al respecto durante el franquismo. Al menos que servidor sepa.
Por lo pronto, la UME hizo acto de presentación ante la embajada fascista. O bien los italianos, que no eran idiotas y seguían de cerca los acontecimientos, se agenciaron una de las octavillas que no tardó en circular por los cuarteles. La disyuntiva no es inocente, pero en el primer caso hubiera sido más acorde con lo que se cocía. En el segundo daba igual, porque los jefes de los conspiradores monárquicos, militares y fascistas no trabajaban con la embajada sino con Roma directamente.
De la octavilla en sí, un retazo de exageraciones, barbaridades y exaltación patriótica, amén de puras mentiras y ocultaciones, no hay que decir mucho
La octavilla decía así:
UNION MILITAR ESPAÑOLA                                                                             U.M.E.
ESPAÑOLES:
¿Quién venció la revolución de Octubre en España? ¿Quién?
El instinto popular lo vio y lo supo y lo dijo: ¡EL EJÉRCITO!
Pero el Ejército a que se refería el instinto popular no es todo el Ejército desgraciadamente. Era un puñado de jefes, oficiales, suboficiales y soldados españoles que tuvo el heroísmo de unirse y dar la batalla a la otra parte antiespañola del Ejército, complicada criminalmente en el atentado contra la Patria (sic). 
 
En aquellas horas de angustias y desorientación, cuando ni el Gobierno ni los poderes constituidos (sic) sabían ni querían saber lo que a pasar iba; en aquellos decisivos y trágicos momentos en que la tropa vacilaba ante negligencias “inexplicables” de ciertos jefes; en aquellos instantes decisivos fueron apareciendo, de pronto, en los cuarteles y filas militares, las pistolas que encañonaban traidores, la voz imperiosa que arrinconaba a los cobardes, el aliento que arrastraba a los indecisos, ¡el alma de España encarnada en corazones de verdaderos militares de España, en el auténtico Ejército español!
¡El Ejército español que salvó a España de la Revolución comunista y masónica de octubre!
He ahí el grito unánime del pueblo español. Y es verdad. 
Nadie, ni españoles ni antiespañoles, esperaba que un ejército “triturado” pudiera aplastar el movimiento revolucionario. ¡A la Revolución que debió triunfar!... porque contaba con masas, armas, dinero y complicidades en cantidad muy superior a los endebles elementos que podía oponerle el Estado entregado en manos de cobardes y traidores. 
¿Milagro? … No, no fue un milagro. 
Es que hubo militares que no fueron “sordos, ciegos y mancos”. Y esos militares anónimos oyeron la voz de la Patria angustiada, vieron lo próximo del peligro y obraron… Alguien les hizo saber en el mes de mayo que de Asturias se adueñarían el primer día los revolucionarios, que se repartían armas por toneladas, que las milicias marxistas se instruían y organizaban militarmente, que en los mandos del ejército y de la policía se insertaban masones comprometidos, que la traición separatista era segura… Y estos militares españoles, en tanto los políticos inconscientes marchaban a un alegre veraneo, calladamente, forjaban la UNION MILITAR ESPAÑOLA. 
De esa unión ante el peligro y ante la traición contra España, nació la Unión Militar Española, U. M. E.  De la misma manera que han ido naciendo, desde entonces, otras uniones leales a España en zonas civiles. 
Porque el Ejército no es una excepción en el drama histórico por que nuestra Patria está pasando. Dentro del Ejército como dentro de la Marina, y de la misma Iglesia, y de todos los organismos del Estado y de todas las instituciones españolas, están luchando encarnizadamente y a muerte dos elementos antagónicos: la Lealtad y la Traición, el Patriota y el Enemigo. La España eterna y la eterna Anti-España. 
 
 
El Enemigo, la Traición, la AntiEspaña. ¡Ya saben lo que quieren! Ya lo dejó entrever el propio Lerroux con aquellas oscuras y misteriosas palabras que hablaban de una “turbia maniobra internacional”… ¡Era el reparto de España! ¡la pulverización de España! ¡Volver a dejar España tan destruida y rota como cuando los moros la invadieron o como cuando la quiso colonizar Napoleón! ¡Dejar España sin conciencia, sin hombres, sin españoles!
Hoy España no es un peligro como potencia para ciertas potencias, tal que lo fue en otros tiempos gloriosos. Desde hace tiempo es España un cebo casi colonial, de mediatización y de reparto que excita el apetito de extranjeros y de sectas insaciables, vengativas. 
Esas naciones y esas sectas que saben el peligro de permitir que España se una, sea libre y viva una vida fuerte independiente y audaz
Por eso intentarán todo cuanto crean necesario para que España se hunda como un barco torpedeado en alta mar, como un avión abatido, como un castillo volado con dinamita. 
Y con sus hijos y con sus cómplices y sus hilos tenebrosos y sus garras feroces ese Enemigo promueve el separatismo, promueve los nacionalismos regionales, y la ruina del Sentimiento Religioso y la ruina de la Familia española y del Capital y del Trabajo, y el desprecio a la lengua española, y el desprestigio y la cizaña de nuestras fuerzas armadas y de todo cuanto en España haya significado y signifique UNIDAD, UNIÓN. 
¿Comprendéis ahora lo que significa que los generales, jefes, oficiales, suboficiales y soldados que salvaron a España en Octubre de ese implacable Enemigo, sigan unidos y busquen con ansia la unión y la fraternidad patriótica de más soldados, suboficiales, oficiales, jefes y generales, y la solidaridad de otras uniones civiles nacionales?
Porque la Revolución del Enemigo prepara un nuevo ataque, quizá pensando en la experiencia histórica de Lenin, vencido en julio y vencedor en octubre.
Filtrado el Enemigo en los más altos poderes de la república, en los más decisivos resortes del mando y de propaganda del país busca la revancha definitiva de aquello que la U.M.E. le hizo abortar. 
¡Ya veis, españoles, como no se fusiló a ningún culpable auténtico de crimen contra la Patria! Ni a Pérez Farrás, ni a Largo, ni a Prieto, ni a Azaña, ni a
 
Teodomiro, ni a Peña. ¡Solo al pobrecito revolucionario, engañado, indefenso y anónimo! ¡Solo al sargento Vázquez “¡para su castigo!”. La U.M.E. pedirá en su día estrecha cuenta de esta ejecución injusta. La organización estima que a Vázquez no se le debió fusilar porque habían sido y serán indultados los mayores culpables. 
¡Que cada unión nacional de españoles dé su batalla!
La U.M.E. la ha dado, la da y la seguirá dando.
Para que un día pueda el pueblo español decir con orgullo que a España la ha salvado el
¡EJÉRCITO ESPAÑOL!
¡Un Ejército sin traidores a España!
¡Un Ejército de heroicos e inolvidables españoles.
Todo, como se ve, muy emotivo. Algunos párrafos incluso parecen anticipar temas actuales. A los autores de esta obra maestra del encono y de la mentira se les olvidó señalar algo a lo que sin duda no atribuyeron mayor importancia. El Ejército actuó dentro de la legalidad tras la proclamación del estado de guerra por parte del Gobierno. Como si los demás compañeros o los italianos no lo supieran…. Por desgracia, en los gobiernos de la primavera de 1936 el contenido de esta octavilla no hizo mella. Eso si es que alguno de sus responsables llegó a enterarse de lo que sabían los servicios de información….
En cualquier caso, el todavía desconocido viaje de Antonio Goicoechea de enero de 1935 debió de servir para remachar algunos puntos similares. De la octavilla en sí, un retazo de exageraciones, barbaridades y exaltación patriótica, amén de puras mentiras y ocultaciones, no hay que decir mucho. Pero sin duda hinchó numerosos corazones de ardor patrio y guerrero. 
El vector fascista en la conspiración contra la República (14/20): Los monárquicos y la UME piden apoyo a Mussolini en octubre de 1935
 
 
Los amables lectores podrán discutir todo lo que quieran sobre la génesis y el papel de la UME. Incluso discrepar de mí sustancialmente. Quizá algunos de ellos tengan otras pruebas. Espero que discrepen menos sobre la documentación que se recoge en esta entrega. La garantía, dada al Duce por Antonio Goiecoechea en nombre de la UME y de los monárquicos, de sublevarse si las izquierdas llegaban al poder, aun cuando fuese por medios legítimos.  ¿Conclusión única e inesquivable? ¡LAS IZQUIERDAS NO TENÍAN DERECHO A VOLVER A EJERCER EL GOBIERNO!, algo que quizá a muchos de quienes lean estas líneas podría parecer como un anticipo lejano de lo que han insinuado dos partidos políticos actuales. 
Las informaciones de esta entrega datan de octubre de 1935. Por favor, no lo olviden. Ténganlo presente. Gobernaba entonces la coalición radical-cedista. El presidente del Consejo era Alejandro Lerroux. El ministro de la Guerra, José María Gil Robles. El jefe del EM del Ejército de Tierra, un tal Francisco Franco. Mi documentación procede de los archivos italianos, esos que pocos historiadores de derechas han visitado en busca de detalles sobre el vector fascista en la conspiración monárquico-militar. Aquí reproduzco lo sustancial. Se trata de dos papelines. Extracto el segundo porque es bastante largo. Son informes que Goicoechea elevó previamente a conocimiento italiano, quizá para que se tradujeran al DUCE o para que se le prepararan las respuestas adecuadas. Como comprenderán los amables lectores, el todo se vio impregnado del más rancio patriotismo derechista español. Estaban diseñados probablemente para llegar al corazoncito de Mussolini.
Como comprenderán los amables lectores, el todo se vio impregnado del más rancio patriotismo derechista español
VISION DE LA SITUACIÓN POLÍTICA COMPARTIDA POR LA UME
La actual Constitución de la República refleja en sus puntos principales: tendencia socializante, tendencia separatista o desintegración de la unión nacional y laicismo en la educación. El ideal del primer Gobierno de la República fiel al llamado pacto de San Sebastián en el que se acordó la coalición de fuerzas sociales revolucionarias y antinacionales que dieron nacimiento a la República. 
La incorporación de fuerzas de derechas al régimen presupone el propósito de cambiar la actual Constitución y esto no lo consiente el régimen por vías pacíficas. La revolución de Octubre estalló para impedir el acoso al Gobierno de la República de las fuerzas revisionistas de procedencia monárquica (sic). La revolución fracasó merced a la reacción instintiva del Ejército (sic) y por este fracaso se soporta a fortiori la presencia de esas fuerzas políticas en el poder. 
 
La CEDA y su jefe Gil Robles han cometido el enorme error que pudiera llegar a ser histórico de no utilizar la enorme reacción nacional ante el fracaso revolucionario para intentar algo definitivo. Perdieron la ocasión en noviembre y hoy se debaten en una táctica de tipo populista transaccional e impunista que ha asegurado a las fuerzas revolucionarias la posibilidad de reconstruir todos sus elementos de combate
Únase a esto la ineficacia de la acción gubernamental de las derechas que actúan en el poder, por falta de hombres capacitados que formen los cuadros de mando, y es clara la visión de una próxima y arrolladora reacción izquierdista en el terreno electoral si logran un frente único y los votos de la masa sindicalista, otras veces abstenida y posiblemente movilizada por la campaña proamnistía y la exigencia de supuestas responsabilidades en la represión de la Revolución de Asturias. 
Ese peligro es visible y la organización militar de cuyo estado actual se dan detalles más adelante ha comprendido que se acerca el obligado momento de su intervención, si quiere salvar al Ejército de una nueva intervención de tipo triturador como la que sufrió en período anterior. 
Los partidos del pacto de San Sebastián en vísperas de la revolución de Octubre, cuyo triunfo creyeron seguro, expresaron su simpatía y solidaridad moral con el movimiento en unas notas publicadas antes de estallar este.
El Ejército no olvida esto. Hoy, la organización militar aprovecha el paso de Gil Robles por el Ministerio de la Guerra, en la forma que luego se indica, para robustecerse, pero sin aceptar transacciones futuras con la Revolución o con los partidos que expresaron su simpatía por ella en las notas de octubre. 
La U.M.E. acepta el statu quo presente y toda posible evolución hacia la derecha, pero con la consigna de intervenir violentamente en el momento que la política oscile hacia la izquierda facilitando la participación en el poder de algunos de los partidos coaligados en la revolución de Octubre
Por su tendencia populista es seguro que Gil Robles no se atreva a acaudillar un movimiento de este tipo desde el Ministerio de la Guerra, pero la U.M.E lo hará en el momento que él abandone el Ministerio por el cambio de política indicado
 
 
El plazo máximo en el que culminará la reacción izquierdista en el terreno electoral puede ser de unos seis meses. De aquí a entonces y en vista de este peligro la U.M.E. aprovecharía cualquier ocasión propicia para intervenir, impidiendo el auge de ese movimiento de opinión y por esto se necesita que con la mayor urgencia estén en el poder del comité directivo los elementos que se solicitan para que, unidos a los proporcionados en España, sean garantía de una acción rápida, eficaz y definitiva.
[Los amables lectores observarán que el destacado líder monárquico, con más conchas que un galápago, silenció que la supuesta reacción instintiva del Ejército se hizo en el marco de la proclamación oficial por parte del Gobierno —en el que todavía NO estaba Gil Robles— del estado de guerra. No hay que suponer que la omisión la hizo por descuido].
A la anterior nota se añadió otra, mucha más larga, de la UME sobre su situación interior. En ella se mencionaron las iniciativas adoptadas, en particular en materia de cambios de mandos; los enemigos en el seno del Gobierno (los había), en particular en el Ministerio de la Gobernación (Manuel Portela Valladares) quien con el jefe de la Oficina de Información y Enlace, el capitán Vicente Santiago Hodson; además, hacían gestiones para que Gil Robles se convenciera de que el subsecretario general Fanjul, el jefe del EMC general Franco y su segundo, el general Sánchez-Ocaña Beltrán, eran miembros de la UME. No dejaron de señalar que mucho del personal que los rodeaba eran enemigos del ministro y de la CEDA. Quizá exageraran, pero ciertamente unos y otros algo conocían de la conspiración. Ahora bien, ni el inmarcesible político señor Gil Robles (otro con más conchas que un galápago que hoy olvidan cuidadosamente sus dos últimos biógrafos, que yo conozca), ni Franco ni muchos miembros de la UME lo señalaron públicamente. 
Portela y Santiago dirigían, en efecto, una vigilancia estrecha sobre la UME y habían penetrado en su cúpula directiva. No sirvió de nada. Tampoco que el general Goded, adversario de Franco, informara al presidente de la República de que “el ejército no podría aceptar o consentir que el poder fuera a manos de las izquierdas más o menos extremistas”. Alcalá-Zamora (que no era precisamente un “genio”) estimó que ello “envolvía una coacción, cuando no una amenaza, que venía a mediatizar la libertad de acción de la primera magistratura del Estado”. Y se quedó tan tranquilo aunque, a decir verdad, se lo comunicó al sucesor de Lerroux, Joaquín Chapaprieta, y este pasó el “recadito” a Gil Robles, todavía ministro de la Guerra. Don José María no hizo el menor caso. Estaba cerca de Dios y era evidente que los católicos a machamartillo nunca se equivocaban.  [Tampoco extrañará que de ello no dijera ni pío en sus tan cacareadas memorias, que hay que tomar con varias toneladas de sal].
 
 
 
Por lo demás, no cabe pasar por alto que, en su audiencia de octubre de 1935 con el Duce, al distinguido conspirador monárquico y “amiguete” que ya sería Goicoechea no se le olvidó babear pidiendo fondos con los que contribuir a la “causa”. No sabemos si los obtuvo en aquella ocasión. El servicio de información de la embajada española en Roma señaló pocos días después que Goicoechea regresó para arreglar algunos asuntos entre los monárquicos. Evidentemente, nada impide que tal vez visitara otra vez al Duce. Pero de esto, ¡ay!, no he encontrado evidencia documental. 
En todo caso no fueron buenos momentos para importunar a Mussolini. El “hombre del destino” había dado el paso decisivo para ampliar su Impero en África. Sus tropas habían entrado en Etiopía a sangre y fuego. Ciertamente, cuando terminó la conquista, Goicoechea, esta vez apoyado por Calvo Sotelo (palabras mayores) y Primo de Rivera volvió a la carga y mientras Juan Antonio Ansaldo negociaba los contratos del 1º de julio unos quince días antes se pusieron de acuerdo para solicitar a Mussolini más “perras”. Una sublevación necesitaba armas, pero también money, money, money. Todo por la Patria. Es un tema muy importante al que volveré más adelante. Ruego a los amables lectores que no se lo pierdan. 
Una pregunta: ¿Se les ha ocurrido al señor general de División Rafael Dávila —quien vende centenares de su librito a lectores que lo devorarán ansiosos gracias a mis críticas— o el profesor de Historia Julio Gil Pecharromán o el catedrático de Derecho Administrativo profesor Alejandro Nieto decir algo sobre todo lo que antecede en sus magnas obras, tan recientes y aleccionadoras? Porque, en mi modestísima opinión, no se trata de temas irrelevantes. 
Lo que todavía se ignora es si el espía infiltrado en la UME supo de la conexión con los fascistas italianos o no. Pero desde que se conocen aquellas actividades, afirmar que el “Alzamiento militar no iba dirigido contra la República sino contra el Gobierno del Frente Popular” (Nieto, p. 164) es más que discutible. Claro que lo copió de Mola, que andaba a la busca de adeptos y de incautos para animarles a la rebelión.
El vector fascista en la conspiración contra la República (15/20): Militares un poco brutos, pero peligrosos
En un momento no fechado, pero que debió de ser en torno a enero de 1936, la UME dio un paso al frente e innovó en la historia reciente de España al crear una realidad paralela.  La anunció a bombo y platillo. Gracias al general José García Rodríguez ha podido conocerse, aunque su compañero general de División siga
 
ignorándolo olímpicamente. Como era costumbre, la UME mintió y lo hizo de forma exagerada. Daba igual. La mera posibilidad de una victoria de las izquierdas en las elecciones del mes siguiente desencadenaría la hecatombe con la presumible ayuda fascista y de todos los “buenos” españoles.
A continuación, reproduzco el texto de la correspondiente octavilla. Para entonces, tanto Portela como Santiago Hodson ya sabían lo que se había puesto en marcha subterráneamente, pero Franco —lleno de santa indignación— dio su palabra de honor al segundo, entonces director general de Seguridad, de que él se mantendría en la más absoluta disciplina. No tardó ni un mes en demostrar exactamente lo contrario. Hombre de palabra pero solo, claro, en el interés de la PATRIAAAAA.
Esta Junta Nacional estima un deber el hacer llegar al Ejército español la noticia de la formación del llamado “Frente Popular”, título que enmascara el famoso “Frente Unido de la III Internacional”. El verdadero conocimiento de los planes y fines de los enemigos de nuestra Patria ha de crear el estado de tensión espiritual para estar sobre las armas, apercibidos para la lucha a que nos reta. 
Uno de los primeros objetivos de los dirigentes revolucionarios es DIVIDIR al Ejército. Pretender enfrentar a los que somos hermanos de armas para que nos destruyamos mutuamente. A tal fin, se han creado dos organizaciones que llevan por título Unión Militar Republicana (UMR) y la Unión Militar Antifascista (UMA), que están dirigidas por la Masonería y el Marxismo, aunque les hacemos el honor de creer que ni ellos mismos están enterados. Sabemos perfectamente la escasa importancia de ambas; lo inútiles de sus activos trabajos de captación de Unidades Militares, pese al derroche de propaganda que hacen. Por ello abstenemos de darles beligerancia y de hacer caso a sus amenazas e injurias a la Unión Militar Española (UME). 
Queremos únicamente señalar que esas pretendidas organizaciones militares son ramificaciones del Frente Popular. Al descubrir los fines de este, evitaremos que algún militar, engañado por los tópicos y por la palabrería hueca de la propaganda, cayera de buena fe en las redes
 
 
que tienden los que nos odian por españoles y por militares a todos por igual. Cuando conozcan todos los militares la verdad sobre los fines que persiguen los revolucionarios, nadie que vista el uniforme militar podrá unirse a ellos. Es a un crimen de lesa patria donde nos quieren llevar. Nosotros creemos que no hay un solo militar español que, conscientemente, pueda sumarse a las fuerzas revolucionarias sabiendo la gran traición que se quiere cometer contra España. NINGUN MILITAR ESPAÑOL PUEDE ESTRECHAR LAS MANOS TEÑIDAS DE SANGRE CON LA DE NUESTROS TRESCIENTOS HERMANOS MUERTOS EN OCTUBRE. 
Organizaciones políticas y sindicales que comprende el Frente Popular y personas “representativas”
  • UNION REPUBLICANA (Martínez Barrios, sic); IZQUIERDA REPUBLICANA (Azaña); ESQUERRA CATALANA (Companys); PARTIDO SOCIALISTA Y UGT (Largo Caballero); PARTIDO SINDICALISTA (Pestaña); FEDERACIÓN SOCIALISTA LIBERTARIA (Peiró); IZQUIERDA COMUNISTA (Nin); BLOQUE OBRERO Y CAMPESINO Y CGT (Galán); CONFEDERACIONES NACIONAL DEL TRABAJO Y FAI (no en su totalidad).
¡GRABAOS BIEN ESTOS NOMBRES!
Toda esta escoria del crimen, que ya ha costado a España a millones de sus hijos, vuelve a dar aire a sus banderas marxistas, anarquistas y masónicas que gotean aun sangre española. 
Sépanse los acuerdos que han servido para juntar, en apretado haz, a tal gavilla de asesinos y atracadores. 
                           HE AQUÍ LAS PRINCIPALES BASES DEL PACTO
1ª) Amnistía de clases (para los asesinos de Octubre, únicamente).
2ª) Expropiación sin indemnización de la tierra no cultivada por sus propietarios.
 
 
3ª) Disolución y expulsión de todas las órdenes religiosas.
4ª) Enseñanza única por el Estado.
5ª) Expropiación de todos los órganos de publicidad desafectos a la República.
6ª) Disolución de todas las organizaciones políticas (fascistas, vaticanistas y monárquicas).
7ª) Control obrero de la industria.
8º) DISOLUCIÓN DEL EJÉRCITO.
9ª) DISOLUCIÓN DE LA GUARDIA CIVIL.
10ª) DISOLUCIÓN DE LOS CUERPOS DE SEGURIDAD Y ASALTO. 
Para Presidente del Consejo ha sido designado Azaña y para Presidente de la República, Albornoz. El mismo día que se adueñen del Poder traducirán en leyes las bases que se mencionan. 
Estos proyectos revolucionarios tienen una significación clarísima:
DEJAR A ESPAÑA Y A LOS ESPAÑOLES HONRADOS INERMES ANTE LAS MILICIAS SOCIALISTAS, COMUNISTAS Y LOS CUADROS DE PISTOLEROS DE LA FAI: NADA MENOS QUE EL TRIUNFO DEL COMUNISMO. 
Estimamos innecesarios otros comentarios. 
La UNION MILITAR ESPAÑOLA contesta claramente a tales proyectos revolucionarios:
 
 
 
NI CON MÁSCARA LEGAL, NI ILEGALMENTE, SE ALLANARÁ A LO QUE SE PRETENDE. LAS BASES DEL FRENTE POPULAR SOLO SE PUEDEN IMPONER A ESPAÑA EN LA CALLE. ¡A TIROS! ANTES DE CONSENTIR EL TRIUNFO DEL COMUNISMO, EL EJÉRCITO ESPAÑOL APLASTARÁ PARA SIEMPRE LA REVOLUCIÓN”. 
No se salvarán otra vez los dirigentes revolucionarios bajo el manto de la impunidad con que les cubrió el miedo de los políticos y gobernantes. No saldrán de nuestras manos sin pagar sus tremendas culpas. No les salvarán insultos ni amnistías, que solo les sirven para seguir su loca carrera de crímenes y de sangre. 
Nos retan a la LUCHA FINAL. No la deseamos ni la buscamos. Pero si lo quieren, que sea pronto. No seremos nosotros los que lloremos su resultado. 
¡SERÁ LA LUCHA FINAL!
¡ALERTA, SOLDADOS DE LA PATRIA ¡VIVA ESPAÑA! ¡POR LA UNIÓN MILITAR ESPAÑOLA!
                                                                     LA JUNTA NACIONAL
Lo que sí era desconocido, a menos que se demuestre lo contrario, es que en la DGS se supiera algo de la conexión monárquica directa, y al más alto nivel, con Mussolini
Si los amables lectores comparan esta sarta de dislates, estupideces y mentiras mondas y lirondas con el programa del Frente Popular que, por ejemplo, pueden consultar en el tan respetado ABC del 16 de enero de 1936 (páginas 23 a 26) les será fácil comprobar la distancia sideral entre la “creativa” interpretación de la UME y el texto del original. 
No hay que señalar que de los puntos comprendidos en la anterior relación del 3 al 14 no hubo rien de rien, como tampoco de la “noticia”
 
 
sobre Albornoz. DABA IGUAL. Que se les olvidara el PCE pudo ser una casualidad. O no. Para la UME toda la izquierda estaba en el mismo saco. A quien no se le olvida es al profesor Nieto (p. 132) para quien “la Unión Soviética (…) a través del partido comunista español [quería] colocar a España de su lado en el escenario europeo”. Expresión a decir verdad incomprensible tanto en el plano histórico, político como jurídico. ¿De dónde habrá desenterrado tal idea?
La conspiración militar a lo largo de 1935 se había seguido cuidadosamente desde la Oficina de Información y Enlace y la Dirección General de Seguridad. Sus altos y bajos son ya del dominio público. Al menos, servidor se ha preocupado de que así sea. No era precisamente un enigma para los órganos de seguridad. Lo que sí era desconocido, a menos que se demuestre lo contrario, es que en la DGS se supiera algo de la conexión monárquica directa, y al más alto nivel, con Mussolini. 
Tras el triunfo del Frente Popular, la bien engrasada maquinaria de los conspiradores se puso en marcha. Como ni Gil Robles ni Franco consiguieron que en el día de las elecciones el presidente de la República se allanara a la declaración del estado de guerra (un golpe blando) —el profesor Nieto, p. 134, afirma exactamente lo contrario— solo quedó la alternativa del golpe duro. Como bien sabía la DGS. Esto es lo que requería una preparación especial, no tanto de las guarniciones (que también) sino de algo mucho más significativo: la opinión pública. 
¿Qué hicieron los conspiradores militares? Amparándose en el entusiasmo, a veces desbordante, de las masas (siempre izquierdistas, antipatrióticas, antiespañolas) por la victoria electoral, excitarlas aún más a través de acciones combinadas de pistolerismo y asesinatos orientados, algo que se escapa a la perspicacia de muchos autores. El objetivo, logrado en gran medida, estribó en azuzar la violencia latente en los diversos sectores de la sociedad. Hoy es el único argumento que, desaparecida la URSS, aceptada limpiamente la Masonería, reconocidos los partidos políticos desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha y garantizada la libertad de prensa, opinión y expresión queda a numerosos “historiadores” y
 
 
periodistas para explicar “el camino hacia el 18 de julio”, por utilizar el título de una obrita de un conocido autor que no mencionaré. Ya se han encargado muchos historiadores españoles, incluso de las nuevas generaciones, de hacerlo. ¿Qué fue, pues, aquella violencia?
 


Angel Viñas

FORO POR LA MEMORIA HISTÓRICA DE MÁLAGA
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